Hoy queremos hablarles sobre cómo podemos llegar al Padre, cómo podemos entrar en Su presencia y experimentar Su amor y gracia de manera práctica en nuestra vida diaria. Es un tema fascinante y lleno de significado, así que los invitamos a sumergirse en estas reflexiones junto con nosotros.
Uno de los puntos clave que queremos destacar es que la clave para llegar al Padre es a través de Jesús. No solamente debemos reconocerlo como nuestro Salvador, sino también como nuestro Señor. Es mediante Jesús que podemos establecer una conexión directa con Dios y experimentar Su presencia de una manera tangible.
Sin embargo, a menudo somos nosotros mismos quienes nos impedimos acercarnos a Dios. El pecado que habita en nosotros actúa como una barrera que nos separa de Su presencia. Es importante comprender nuestra naturaleza pecaminosa y reconocer que necesitamos de la obra redentora de Jesús para reconciliarnos con el Padre.
En el origen de nuestra existencia, fuimos creados por Dios por puro amor y con el propósito de amarnos. Él anhelaba tener una familia con la cual compartir Su gloria aquí en la tierra. Lamentablemente, nosotros, como seres humanos, nos desviamos del plan divino. Decidimos tomar nuestras propias decisiones y confiar en nosotros mismos, desobedeciendo a Dios en el proceso. Esta desobediencia, esta rebeldía y búsqueda de independencia, es lo que llamamos pecado.
El pecado tiene consecuencias espirituales graves, ya que nos aleja de Dios y nos separa de Su amor, favor y gracia. No hay manera de pagar por nuestros pecados por nosotros mismos, lo cual nos condenaba a vivir separados de Dios y de Su propósito para nuestras vidas. Sin embargo, aquí es donde entra en juego el amor incondicional del Padre.
Dios, en Su infinito amor y misericordia, decidió tomar sobre Sí el precio de nuestros pecados y pagar por ellos Él mismo. ¡Y lo hizo encarnándose en Jesús! Jesús, el Hijo unigénito de Dios, se hizo hombre para ocupar nuestro lugar y representarnos. Él pagó el precio de nuestros pecados en la cruz, entregando Su vida, Su cuerpo y Su sangre, para que pudiéramos experimentar una nueva vida, nacer de nuevo en el espíritu.
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Cuando recibimos al Espíritu Santo en nuestra vida, recibimos también el poder para hacer todo lo que Jesús hizo. Nuestro espíritu es renovado, pero nuestra alma (nuestro ser interior, nuestras emociones) aún necesita ser transformada. Cada día nos enfrentamos a decisiones: ¿obedecemos al Espíritu o cedemos a los deseos de la carne? Es importante recordar que, a través de nuestra conexión con el Padre por medio del Espíritu, somos renovados y nuestra forma de reaccionar cambia.
¡Aquí viene la buena noticia! Todo esto es posible gracias a Jesús. Él es quien día a día transforma nuestra alma, y nosotros permitimos que nuestro ser interior sea afectado por Su amor y gracia. Es un proceso continuo, una relación en constante crecimiento y transformación.
En conclusión, llegar al Padre implica reconocer a Jesús como nuestro Salvador y Señor. Significa comprender nuestra naturaleza pecaminosa y recibir la obra redentora que Él hizo en la cruz. Es a través de esta conexión con Jesús que podemos experimentar la presencia de Dios en nuestra vida y permitir que Él nos transforme de adentro hacia afuera.
¡No estás solo en este camino espiritual! Te invitamos a vivir cada día en comunión con el Padre, permitiendo que Su Espíritu renueve tu ser y te guíe en tus decisiones. Deja que tu alma sea impactada por el amor y la gracia de Jesús, y verás cómo tu vida se transforma.
Esperamos que estas reflexiones hayan sido de inspiración y aliento para ti. Te animamos a compartir tus pensamientos y experiencias en los comentarios. ¡Juntos podemos seguir creciendo y aprendiendo en nuestra relación con el Padre!
¡Hasta la próxima!
Escrito por Víctor Preza, basado en la prédica del día 20/05/2023.
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