Cuando la balanza de la conciencia se inclina hacia la honestidad, es inevitable recordar aquellos momentos en los que fui un vendedor injusto. En mi adolescencia, mi padre me confió la tarea de vender frijoles en granos. Sin embargo, en más de una ocasión, mis medidas no estuvieron a la altura de la libra que prometía la balanza. Me convertí en un ladrón de pesos, privando a mis clientes de la justa medida que merecían. Hoy, con el paso del tiempo, me arrepiento de haber actuado de esa manera.
En la balanza de la vida, la justicia se define por lo correcto, lo alineado, lo que cumple con los requisitos establecidos. La Biblia nos ofrece una visión profunda de la justicia, como cuando el Rey Belsasar fue confrontado por el profeta Daniel. Tekel, que significa "pesado", señaló que el rey no estaba en el peso correcto, fuera de la justicia de Dios, similar a mis frijoles que no alcanzaban la libra esperada.
Otro ejemplo bíblico que resuena es el de Job, quien, en medio de su tribulación, anhela que Dios lo pese en la balanza de justicia, confiando en su integridad. La justicia de Dios difiere de la humana y solo puede medirse por su Palabra. De lo contrario, nos arriesgamos a moldear una justicia propia, basada en conceptos subjetivos.
Así como en aquel entonces me percaté de la falta de peso en mis productos y corregí mi error, hoy reconozco las áreas de mi vida que necesitan equilibrio. Mi arrepentimiento es un recordatorio constante de vivir conforme a la Palabra de Dios. En la balanza divina, seremos pesados no solo por nuestras acciones, sino también por nuestra forma de vivir, pensar y actuar. Mi deseo es no encontrarme falto de peso, fuera de la justicia divina.
Escrito por Víctor Preza, basado en la prédica del día 24/02/2024.
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